Había
planificado absolutamente todo. Sabía a qué hora saldrían para la fiesta.
Cronometró las rondas de vigilancia. Tenía un plano del cerco perimetral y de
todas las plantas de la mansión. Incluso, su informante, le había dado una
descripción precisa de la instalación de las alarmas. La marca y el modelo de
la caja fuerte. Los perros guardianes neutralizados con dardos soporíferos.
Además,
en caso de necesidad, poseía una ruta alternativa de escape.
Quién
hubiera imaginado que aquel desgraciado dejaría una víbora yarará dentro de la
caja de caudales como último recurso.
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