Consejo de Amigo
El café ya estaba casi tibio cuándo
llegó. Se lo veía un tanto abatido, con un inusual aspecto dubitativo.
Apuré el resto
del contenido del pocillo.
—Hola Roberto
¿Cómo estás?
—Bien, bien
—repetía sin convicción. Su aspecto indicaba lo contrario
—¿Que querés
tomar? ¿Un cafecito?
—Lo que quieras,
para mi da lo mismo.
—¿Lo que quiera?
¡Está bien!—agité la mano derecha— ¡Mozo! Dos White Horse…
—Pero yo…
—Dijiste lo que yo quiera ¡Mozo que sean dobles! —me reí de su
desconcierto—, traiga hielo. Eso para vos, yo lo tomo así nomás. A ver ¿qué
pasa? ¿Es el trabajo?
—¿El negocio?
No. Eso marcha y te diría demasiado bien.
—¡Que no te oiga
nadie! ¡Alguien al que la va bien en este país de mierda!—trataba de levantarle
el ánimo con una humorada tras otra— ¿Entonces?
—Es Laura…
Tragué saliva
con un trago de whisky.
—¿Qué
pasa con Laura?
—Eso
me gustaría saber a mí.
—¿Querés
un cigarrillo?
Tomó
uno y dijo:
—¿No
está prohibido?
-
—¡Estamos
en la vereda, boludo! —le encendí el cigarrillo, dio un par de pitadas
nerviosas.
—Bueno
¿qué onda con Laura?
—Cero
onda, todo mal, estamos en plena crisis. Te quería consultar…
—¡Justo
a mi! ¿Al solterón le venís a consultar problemas de pareja?
—Carlos, sos mi mejor amigo. Además
con la experiencia que tenés en asunto de mujeres, algún consejo me podés dar…
—Ya te lo había dado antes de
casarte; te dije: “no lo hagas” —me
reí—. Ahora ya es tarde.
—¡No
seas boludo! Dale —me urgió—, escuchame a ver que pensás.
—Dale
vos ¡desembuchá!
—Se fue de casa —suspiró
apesadumbrado—, hace unos días. Me pidió algo de tiempo para pensar lo nuestro,
que nos tomemos los dos un descanso a ver que pasa.
—¿Vos
que pensás?
—Yo
no pienso —carraspeó antes de agregar—, la amo.
—¿Y
ella?
—Dice
que está confundida.
La diplomacia
jamás fue mi fuerte, entonces le dije:
—Roberto, yo creo que estás en el
horno, cuándo una mina dice que está confundida… ¡ya fue!
—¡Por
favor! No digas eso —suplicó.
—¿Qué
querés que te diga? Te digo lo que siento ¿Dónde está ahora?
—En
casa de los tíos, en Los Polvorines.
—Pero
¿cómo llegaron a esto? —pregunté casi en un susurro— ¡Se los veía muy bien!
—La
culpa es mía.
—¡La
culpa siempre es repartida! ¡Dejá de hablar boludeces! —me encrespé.
—Si
pero yo siempre dándole prioridad al negocio, a mis asuntos de dinero.
—Sin guita no hay amor —dije pragmático—. Bueno, lo que
importa ¿vos como estás?
—Mal,
hecho mierda —sollozó—. La amo con locura ¡como el primer día!
—Probaste
la táctica de las flores, los mensajes, alguna caja de bombones…
—¡Todo!
Pero no quiere saber nada.
—¿Te
dio algún plazo? —insistí.
—No, pero dice que me extraña, que
sólo está un poco confundida, que espere un poco más.
Decidí que era
hora de atacar hasta el hueso:
—¿Vos
sabés lo que la tiene confundida? ¡Otro macho!
—¡Carlos!
¡No podés! —se enojó.
—¡Puedo y debo! Porque sos mi amigo
y no podés ser tan boludo —hice una breve pausa— ¿No te das cuenta que te está
metiendo los cuernos? ¿Después de ocho años de matrimonio le entra el
desconcierto?
—Creo que no fue buena idea hablar
con vos —dijo apesadumbrado— ¿Sabés algo? Tal vez tengas razón, pero la amo
tanto, la necesito tanto… que tal vez le pueda perdonar algún desliz, creer
todas sus mentiras… si…
—¡No podés! ¡Ahora el que se niega a
escuchar soy yo! ¿Tan pocas bolas tenés? ¿Cómo te vas a rebajar tanto?
—La
amo, no importa lo que pase siempre la voy a amar.
—¿Sabés?
Casi te envidio —dije en tono sarcástico— ¡Tanta abnegación en nombre del amor!
¿Qué te pensás que es la única mujer sobre la tierra?
—Para
mi si —me miró ofendido—. Yo quería que me aconsejaras como hacer para
recuperarla. Fui sincero con vos. Te dije mi verdad, lo que siento ¡mirá con lo
que me salís!
—Pero yo no te puedo mentir —traté
de dulcificar el tono de la voz—, sos mi amigo hace años y mis instintos me
dicen que Laura no está confundida. Sabe lo que quiere. A vos te va cortando de
a poco, para lastimarte lo menos posible. O para que vos no pierdas la cabeza.
—¿Vos
crees eso? ¿En serio?
—¿Y tu opinión? —me miró con
recelo—. Con la mano en el corazón ¿Qué pensás que le pasa a Laura? ¿Crees que
va a volver a vos?
Roberto hizo
silencio. Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas. Estaba agitado.
—Parece
que sabés la respuesta, pero no querés enfrentar la realidad.
—Vos ¿qué sabés del amor? —masculló
con rabia— ¿Alguna vez quisiste alguna de las mujeres que tuviste?
—Tendrías que nacer de nuevo para
pensar como yo —respondí acentuando las sílabas—. En este mundo la nobleza y la
fidelidad, incluso el amor como lo entendés vos, no cotizan demasiado alto.
Tenés que ser más realista. La relación entre hombre y mujer siempre es una
transacción de algún tipo, sucede lo que conviene, y nada más.
—¡Sos
un cínico!
—Otra enseñanza más —dije
imperturbable—, una buena dosis de cinismo te puede hacer más llevadera la
vida. Controlá un poco tus emociones ¡Pelandrún! A ver ¿Yo soy tu mejor amigo?
Si soy tan diferente de vos ¿Qué es lo que te atrae de mí? ¿Por qué buscas mis
consejos? Sabés como siento y como pienso ¿entonces?
-
—Tal vez, porque en el fondo te admiro —hablaba con voz temblorosa—,
siempre quise ser como vos, un ganador.
—Si querés ser como yo sólo tenés
que intentarlo —lo alenté—, el único precio que tenès que pagar es sentirte un
poco vacío de vez en cuándo. No es bueno atarse a nadie, mucho menos enamorarse
como vos. El amor te hace perder objetividad, sobre todo con respecto a tu
propia persona. Amas tanto al otro que te olvidás de tus necesidades y deseos.
—Carlos
¿vos sabés que es el amor?
—Te
doy la acepción del diccionario: “emoción
que embarga el…”
—¡No
seas boludo!
—¡Ah! ¿Yo soy el boludo? ¿A esta
edad venís a preguntar que es el amor? ¿Justo a mí? Vos sabés la cantidad de
mujeres que tuve, que tengo. Creo que no ame a ninguna. Pasión, puede ser.
Cariño, tal vez. Pero amar hasta la pelotudez como vos… nunca. Si querés saber lo que es el
amor mira al espejo.
—¿Sabes que pasa, Carlos? En este
momento pienso que si amar es sentirse miserable, estoy muy enamorado.
—¡Ajá! Como si fueras un
adolescente, con grandes picos de euforia, con pozos depresivos espantosos.
Sigo insistiendo, creo que en el fondo te envidio. Y no es mi naturaleza cínica
la que te habla.
Nos quedamos
mirando en silencio unos instantes. Pedí otra vuelta de whisky.
—¿Sirvió
de algo?
—Creo
que para descargarme un poco —dijo con un hilo de voz—, no me siento para nada
aliviado, pero menos angustiado.
—¿Qué
vas a hacer?
-
—Todavía
no lo sé. Creo que seguir insistiendo hasta que vuelva… o hasta que me diga que
no quiere saber más nada.
—¿Y
si pasa eso último? —pregunté aunque sabía la respuesta.
—No
estoy preparado para aceptar eso, es algo totalmente impredecible. No se lo que
voy a hacer.
—Por
cualquier cosa ya sabés, me llamás y nos encontramos.
Me dijo: “si”. Pero ambos
teníamos la convicción que no habría próxima vez. Parecía que algo se había roto
también en nuestra relación, al menos ese era mi íntimo convencimiento.
Se fue
arrastrando a su humanidad que parecía una sombra, detrás lo seguía su alma.
Tomé lo que quedaba de whisky y encendí otro cigarrillo. Después de pedir
la adición me levanté y caminé sin prisa hasta el estacionamiento. El llavero
del automóvil jugueteaba entre mis dedos mientras daba algunas pitadas al
cigarrillo. Pensaba en las paradojas de la vida. En lo que nos une y nos separa.
En como puede cambiar la óptica de los eventos según uno los sepa interpretar.
Roberto estaba tan obnubilado con sus cuitas de amor que dejar de ver un
amigo era un problema menor. Para mí, de manera disímil, era otro cambio al que
tendría que acostumbrarme. Amoldarme a la idea de que Roberto pasaría a ser un recuerdo
más. Como alguno de mis lejanos amores arrumbado en el desván de la memoria.
Llegué hasta la cochera. Abrí la puerta del automóvil. Bajé la
ventanilla. Después de una última pitada arrojé la colilla. Puse la llave en el
contacto y embragué.
Ahí me detuve. Me quedé con la vista perdida en un pinar al otro lado de
la avenida.
Cavilando.
Pensando.
Ella preguntó:
—¿Y
que te dijo?
—Lo
de siempre: que te ama.
5 comentarios:
siempre leer tus relatos, tus cuentos me atrapan Ricardo pues siempre queda una reflexión al final de todo.
Un abrazo Gus.
Qué alegría, Gus. Como vez la página aún no está terminada; pero siempre será un placer recibirte. Bautizastes con comentario. Bienvenido.
Un cariñoso abrazo.
Andrea
interesante tu blog, te dejo el mio
Querido Ricardo
Gracias por tu visita y por tus comentarios.
Estupendo tu blog y muy cautivantes tus cuentos. Un gran placer contar con tu presencia en mi blog.
Un gran brazo, Eli
Elisa Dejistani
Un talentoso hombre!, la vida te llevará a ese Nobel, seguro que sí, jamás he dejado de suponerlo!
FELICITACIONES
Publicar un comentario