“…su profecía nos revela como un desierto de vaga arena azul,
con ruinas de ciudades ajedrezadas y ocasos amarillos y
antiguos barcos
para andar por la arena…” (Jorge Luís
Borges)
“La nave vino del
espacio. Vino de las estrellas, y las velocidades negras, y los movimientos
brillantes, y los silenciosos abismos del espacio. Era una nave nueva, con
fuego en las entrañas y hombres en las celdas de metal, y se movía en un
silencio limpio, vehemente y cálido. Llevaba diecisiete hombres, incluyendo un
capitán. En la pista de Ohio la muchedumbre había gritado agitando las manos a
la luz del sol, y el cohete había florecido en ardientes capullos de color y
había escapado alejándose en el espacio ¡en el tercer viaje a Marte!
Ahora estaba
desacelerando con una eficiencia metálica en las atmósferas superiores de
Marte. Era todavía hermoso y fuerte. Había avanzado como un pálido leviatán
marino por las aguas de medianoche del espacio; había dejado atrás la luna
antigua y se había precipitado al interior de una nada que seguía a otra nada.
Los hombres de la tripulación se habían golpeado, enfermado y curado,
alternadamente. Uno había muerto, pero los dieciséis sobrevivientes, con los
ojos claros y las caras apretadas contra las ventanas de gruesos vidrios,
observaban ahora cómo Marte oscilaba subiendo debajo de ellos.
—¡Marte! —exclamó el
navegante Lustig.
—¡El viejo y simpático
Marte! —dijo Samuel Hinkston, arqueólogo.
—Bien —dijo el capitán
John Black.
El cohete se posó en un
prado verde. Afuera, en el prado, había un ciervo de hierro. Más allá, se
alzaba una alta casa victoriana, silenciosa a la luz del sol, toda cubierta de
volutas y molduras rococó, con ventanas de vidrios coloreados: azules y rosas y
verdes y amarillos. En el porche crecían unos geranios, y una vieja hamaca
colgada del techo se balanceaba, hacia
atrás, hacia delante, hacia atrás, hacia delante, mecida por la brisa. La casa
estaba coronada por una cúpula, con ventanas de vidrios rectangulares y un
techo de caperuza. Por la ventana se podía ver una pieza de música titulada
“Hermoso Ohio”, en un atril.
Alrededor del cohete y
en las cuatro direcciones se extendía el pueblo, verde y tranquilo bajo el
cielo primaveral de Marte. Había casas blancas y de ladrillos rojos, y álamos
altos que se movían en el viento, y arces y castaños, todos altos. En el
campanario de la iglesia dormían unas campanas doradas.
Los hombres del cohete
miraron fuera y vieron todo esto. Luego se miraron unos a otros y miraron otra
vez fuera, pálidos, tomándose de los codos, como si no pudieran respirar.” (*)
Donovan dejó un instante la lectura. El trépano hacía
su trabajo, hundiéndose en el polvo ferroso de Marte. Su andar lento semejaba
el de una larva gigantesca. En realidad aquella oruga se había transformado en
el hogar de Donovan en los últimos seis años. Excepto el tiempo que pasaba en “Nido”, la base permanente en la
superficie, toda su vida transcurría dentro del “Gusano”. Disponía de dormitorio, baño, laboratorio, sala de
control y cocina, dónde procesaba los alimentos sintéticos. En el puesto de
control, sobre una de las esquinas, había dispuesto su lugar personal. Tenía
unos muebles de estilo, del año 1970, y una biblioteca de fines de los
cincuenta. Él podía leer libros virtuales, de hecho tenía millones de títulos a
su disposición, pero aún prefería las ediciones en papel. Se podía palpar sus
tapas, fueran de cuero repujado o de simple rústica. Se podía acariciar las
páginas y olerlo. El aroma de un libro era algo especial. Se comenzaba a disfrutar
la lectura desde antes de abrirlo. Como se puede imaginar la inminente lluvia
de estío de sólo sentir el aroma del agua y la tierra húmeda en la brisa que
baja del prado. Era algo real y palpable, no sólo una simple sucesión de
hologramas que se podían representar en el inconsciente.
La computadora central era algo así como su asistente
personal. Podía escuchar música, leer, jugar, o como en este caso, trabajar. El
panel holográfico parpadeaba con una luz ambarina. En un ángulo se veía un mapa
virtual de la perforación. Pudo advertir algo que le extrañó. De inmediato
detuvo la marcha.
—Comunicación,
“Mad” —ordenó al asistente
virtual (MultiAsistenteDigital)—¡Hola!
¿Qué tal la gente del “Nido”?
—¡Hola, Donovan! Aquí estamos bien, ¿algún problema?
—Bueno, tengo algunas lecturas de los sensores de “Gusano” algo inusuales —comenzó de
detallar Donovan.
—Donovan, Josh está al llegar. Salió a hacer la
recorrida de rutina y está un poco atrasado.
—Bien, Martínez, de todas maneras te anticipo. Los
primeros diez kilómetros me insumieron dos horas, pero hace más de una hora que
estoy luchando con una placa enorme. Avancé unos dos kilómetros. El análisis
preliminar revela una roca del tipo ígnea. Hay rastros de fedelpastos, micas y
cuarzo. Pero, en su composición encuentro gran cantidad de metales. Algo así
como un cuarenta y cinco por ciento. Tiene la dureza de los granitos, pero
algunas características del basalto.
—¿Rocas volcánicas?
—Exacto, pero aún hay otra cosa más…
—¿Qué?
—Te vas a reír, pero parecería como si alguien
hubiera podido derretir el mineral y los metales, los hubiera mezclado y…
—¿Quieres decir que las proporciones son uniformes?
—Totalmente. No parecen placas tectónicas ni
pizarras. Son como bloques de un muro.
—Un instante Donovan —Martínez miró a sus espaldas—, llega
Josh.
—¡Hola! Espera que hecho un vistazo —Josh leyó el
informe preliminar.
—Bien, Donovan —la imagen se borroneó un instante— Donovan
¿estás ahí?... Donovan…
—Si, acá estoy —reapareció el rostro preocupado de
Donovan— más cosas extrañas: hay interferencia. Quería contarle a Martínez,
según el lector de eco, estoy próximo a una gran falla.
—¿Una cueva?
—Si… si multiplicamos cualquier cueva de las que
conocemos por setenta.
Josh lanzó un silbido, mientras Martínez sacudía la
cabeza.
—Josh, solicito permiso para utilizar una carga de
penetración, el “Topo” me puede ahorrar mucho tiempo.
—Donovan, el experto eres tú. Si no corres peligro
tú ni el vehículo…
—Según mis cálculos, por la densidad y el volumen, la
estructura del “Gusano” puede
resistir y allanarme el camino.
—Adelante, y suerte.
El “Gusano”
tenía alrededor de su fuselaje dos espirales sinfín que ablandaban el terreno, removían la tierra y las rocas, y las lanzaban
para atrás. En la proa, mientras se hundía, el ventanal delantero lo tapaba una
caperuza de cerámica. De su nariz surgía una barrena enorme. Cuándo se
encontraba piedra pizarra, caliza o de cualquier otro tipo, se lo utilizaba. A
veces funcionaba como un gigantesco martillo neumático. Donovan no estaba
dispuesto a soportar las sacudidas que se producían. Le daban náuseas. Una
carga de penetración (el “Topo”)
haría el trabajo pesado. Él después se encargaría de inspeccionar los minerales
y el basamento. Sus conocimientos sobre biología, además, lo habilitaban a
clasificar e investigar la flora y la fauna. En este caso era irrelevante.
Donovan comenzó todas las tareas de rutina para lanzar
la carga de penetración. Debía seguir una serie de procedimientos para prevenir
accidentes. Cerró y aseguró todas las escotillas. Apagó los sistemas que no
fueran indispensables. Hizo dos simulacros. El primero de lanzamiento del “Topo”. “Mad” no predijo ninguna falla. El segundo de evacuación y
lanzamiento de la cápsula de emergencia. Era un cubículo casi transparente, que
en caso de emergencia, lo podía llevar a la superficie envuelto en una burbuja
de plasma. Todo estaba en orden.
—Bien, “Nido”,
el “Topo” está en posición, listo
para lanzamiento.
—Proceda “Gusano”
—ordenó Josh. Una involuntaria humorada.
Donovan puso el trépano en reversa y se alejo del
lugar en dónde descargaría el explosivo.
Cuándo estuvo a la distancia que creyó prudente, lo lanzó.
Primero se escuchó un siseo como un enjambre de
avispas furiosas. Después un violento temblor sin estampido de advertencia. Un
rumor sordo como la caída de una catarata. Por último, un resplandor pálido y
una columna de humo blanco. Una lluvia de rocas impactó el vehículo.
—¿Cómo salió?
—Bien, voy a comenzar el descenso de nuevo.
—Cuidado con las formaciones de hielo. Es poco
probable, pero pueden haber corrientes de agua en los bolsones subyacentes ¿me
escuchas? —alcanzó a decir Josh.
Donovan miró sorprendido la pantalla, la comunicación
se había cortado. Era la primera vez que le ocurría. Pronto creyó comprender lo
que pasaba.
La superficie de Marte tiene arcilla ferruginosa
similar a la nontronita. Los óxidos de hierro le daban ese tono herrumbroso,
tan característico en la hematita. Bajo la superficie había encontrado un
depósito de su hermana melliza: la magnetita. La carga magnética estaba
interfiriendo en las comunicaciones. Lo extraño era, que en todos los estudios
preliminares, el porcentaje de este mineral era escaso, casi nulo. Tanto la
camacita, la nontronita y la magnetita
requieren de agua y calor para su formación. En la superficie, excepto las
zonas cercanas a los polos, el agua no abundaba. Es por ello que el mineral más
común de encontrar era la hematita gris. Además la presencia de azufre revelaba
actividad volcánica devastadora. Esto había transformado un planeta de
características similares a la
Tierra , cálido y alcalino, propicio a la vida; en otro frío,
ácido y árido. Inhóspito. Donovan intuyó que estaría cerca de algún reservorio
de agua.
—El
viejo Ray escribía muy bien —pensó Donovan—. La forma poética en que describe
las praderas, los canales, los navíos, las ciudades. Pero estaba totalmente
equivocado. Pensar que en esta pelota polvorienta pueda haber vida inteligente.
Este maldito planeta mata todo lo que quiere nacer. Es un cementerio flotando
en el medio de la nada. ¿Y nosotros? ¿Qué hacemos aquí? ¿Qué buscamos? ¿Hay
algo que valga la pena en este lugar?
Sin agua y calor no sólo era imposible encontrar
ciertos minerales y metales. La flora no se desarrollaba y esta, entre otras
cosas, servía para el primer escalón en la cadena nutricional y en el ciclo
elemental de la renovación del oxígeno y otros gases.
Marte era un planeta
muerto.
El trépano comenzó su monótono viaje. En la cabina se
sentía una ligera vibración. Antes de lo pensado llegó a la boca de entrada de
la gruta.
—Donovan —bromeó con su incomunicación a cuestas—
¿Listo para irrupción? ¡Listo señor! ¡Proceda!
Donovan quedó sin habla. Jamás había visto nada igual.
Ni en Marte, ni en la Tierra ,
ni en decenas de asteroides que había trepanado. Los focos del “Gusano” iluminaron una cavidad enorme.
El techo estaba por encima del trépano unos diez pisos. Tanto la anchura como
la profundidad eran incalculables desde aquel lugar. Tenía que salir.
La composición de la atmósfera marciana, tenía grandes
cantidades de dióxido de carbono, y pequeñas de nitrógeno, argón y algo de
vapor de agua. Aquello era un oasis. Los instrumentos indicaban la presencia de
casi un sesenta por ciento de oxígeno. Cualquier alpinista encontraría aquello
aceptable. Levantó la tapa protectora del ventanal de proa y pudo ver las
estalactitas y estalagmitas de diversos colores. Rosado, turquesa, esmeralda y
bordó. Los haces de luz de los focos se descomponían en un arco iris, tal si
fuera un prisma. Daban ganas de recorrerlo a pie y sin protección. Pero, por
precaución, fue hasta la bodega y preparó un traje de supervivencia y un “URI” (Unidad de Reconocimiento
Individual). El “URI” no era un
vehículo propiamente dicho. Era una especie de armadura que se desplazaba sobre
una serie de esferas en las suelas de las botas. Tanto las piernas, el tronco y
los brazos quedaban dentro del armatoste. Aumentaba la velocidad de
desplazamiento y la fuerza de carga en caso de ser necesario. Teniendo en
consideración que la fuerza de gravedad era casi un tercio del de la Tierra , tenía que desplazarse
con cierta prudencia hasta adaptarse al nuevo ambiente.
Encendió los faros delanteros y bajó por la rampa a
velocidad media. El suelo era una mezcla de polvo congelado y hielo propiamente
dicho.
—Oficial Explorador Donovan grabando incursión en
caverna. ¿Listo, “Mad”? —Un sonido
suave le avisó que todo estaba en orden. “Mad” era
parco y eficiente.
—Las primeras formaciones indican presencia de mica,
cuarzo y algún tipo de cristal de baja calidad. El terreno es rico en magnetita
y tenemos algunas variedades de rocas sedimentarias. Otras porosas, parecen de
origen volcánico, pero también tenemos producto de detritos. Las estalactitas….
¡Mierda!
Donovan quedó alelado frente al espectáculo que se
brindaba a sus ojos. La caverna dónde estaba era sólo la entrada. La gruta, en
su ancho, no podía ser abarcada. Los rayos de luz no alcanzaban el final del
recorrido. En cuánto al largo ocurría algo similar, pero calculaba que sería aún
mayor esa distancia. De hecho, la lectura de los instrumentos revelaba un largo
de dos mil kilómetros y un ancho de una decena. A sus pies el terreno descendía
algunos metros. Más allá encontró aquello que lo dejó sin habla y casi sin
respirar.
Se veían unas torres y edificios altos. Esto se
deducía, pues la parte superior de las mismas, se perdían en el techo de la
cueva. Penetraban la roca. Descendió muy despacio por una especie de rampa
rugosa y avanzó por lo que parecía una avenida embaldosada. Era algo así como
un damero gigantesco. Los edificios le daban el aspecto que tendría la nave de
una catedral abandonada. El techo de la galería semejaba una negra cúpula
brillosa. Los focos del traje de supervivencia mostraban las edificaciones
jugando con el blanco y el negro. El aliento acelerado le empañaba la
escafandra.
—Las ciudades ajedrezadas —Pensó Donovan.
El material era similar a la cerámica o el mármol. No
tenía ganas de ponerse a investigar. Incluso, para analizar la composición,
debía romper algunos de esos santuarios. Trataba de abarcar todos los prodigios
a la vez, más la vista no le alcanzaba. Tampoco los sentidos. Estaba embriagado
por su descubrimiento. Por una vez es en su vida monótona no tenía que clasificar
rocas ni pasar inútiles informes. Quedó admirado mirando en todas las
direcciones posibles. Por allí unas escaleras circulares, que se perdían en
cuartos umbríos. Por allá unas fuentes secas. Más acá unos pasadizos que
comunicaban con puentes truncos. Durante algunos minutos siguió desplazándose
en el “URI”. Pero decidió que era
mejor hacerlo a pie.
Estaba caminando a orillas de lo que parecía la ribera
de un mar seco, en los lindes de aquella ciudad, cuándo lo vio. Era una especie
de navío a vela. Un galeón polvoriento y fantasmagórico anclado en una dársena
de nácar. Los muelles también eran refulgentes. Subió por la planchada. Todo
tenía el aspecto del marfil y el ébano, esos mismos claroscuros. Luego de
caminar por la cubierta y examinar el raro velamen; se perdió por las sentinas vacías y llegó al
camarote del comandante. El reflejo de la luz hizo brillar unos objetos sobre
lo que, sin dudas, habría sido el tablero de mapas. Eran unos cuerpos
romboidales y otros esféricos. De colores pastel, parecían hechos de un
material parecidos a las perlas. Tomó una de esas cosas perladas y la puso
frente al rayo de luz. Una miríada de pequeñas centellas iluminó el techo de la
estancia tal como si fuera una bola espejada. Con el objeto alzado sobre su
cabeza, recordó la tarde en que su abuelo lo llevó al Museo Naval. Su imaginación infantil había quedado conmocionada.
Todo era nuevo y fascinante. Los nombres de aquellos instrumentos: compás, catalejo
o sextante. El mapamundi, otros nombres aún más enigmáticos: “Mare Nostrum” o “Mare Tirrenum”. Pero todo aquello quedó en un segundo plano cuándo
la descubrió. Entre las vitrinas, que tenían réplicas de navíos, restos de
naufragios, brújulas, pergaminos, armas antiguas, banderas y uniformes; estaba
ella. Brillaba sobre un pedestal de bronce, cristal y roble. La botella
contenía el portento que lo había aturdido. Una goleta, con velamen y todo lo
demás en su interior. A sus cortos años no comprendía como había llegado ahí
dentro. Que misterioso sortilegio había obrado el portento.
Algunas semanas más tarde el abuelo lo llevó a conocer
su propia colección privada. Cuándo vio otra botella igual, le había rogado al
abuelo que le contara el secreto. Él no pudo resistir los reclamos del nieto.
El pequeño Donovan recibió una de sus primeras lecciones de vida. El abuelo,
pacientemente, tomó una fragata que estaba casi terminada. Acomodó sobre la
cubierta algunas piezas que faltaban. Con unas pinzas especiales terminó los
detalles. Puso las piezas de artillería, armo diminutas jarcias, colocó
soguitas enrolladas y plegó las velas artesanalmente. Todos los mástiles
estaban puestos en línea. Ató un hilo fino al palo mayor, con infinita paciencia, introdujo el navío en
la botella, por su boca. Con una especie de larga espátula lo acomodó. Por
último tiró del hilo. Todos los palos se
elevaron y desplegaron sus velas y gallardetes. El cordel se cortó sin dejar
rastros. Después el abuelo tapó con un corcho el pico de la botella y se lo
obsequió al nieto. Este estaba confundido entre dos sentimientos. Por un lado,
la alegría de descubrir el truco, más el regalo del abuelo. Por otra parte, la
frustración que se sufre a esa edad al descubrir que la magia no existe. La ilusión quebrada era una impostura
inexcusable.
Siguió
sus instintos y encontró el camino de retorno a la cubierta. Entonces se paró
en la proa. Miró el vasto mar de polvo
rojizo azulado y lloró.
Después de algún tiempo, del cuál había perdido la
noción, optó por revisar las lecturas de su aparato. La temperatura era de diez
grados bajo cero. En la superficie, a esa hora, era de setenta y cinco grados
bajo cero. El oxígeno era mucho más abundante que en cualquier otra parte del
planeta. Los leves vientos. Un momento…
¿¡vientos!?
Miró en la dirección que indicaba la flecha. Hacia el
centro del mar de polvo. Calculó la distancia al suelo y saltó. Cayó suavemente
sobre un colchón de cenizas bermellón. Una nube de polvillo lo rodeó. Comenzó a
caminar en la dirección dónde se iba
disipando. Hacia la succión de la corriente de aire.
¿Qué habría pasado con los marcianos? ¿Habrían muerto
por una epidemia desconocida? ¿O una guerra los había desvastado? ¿Huirían en
busca de un planeta menos hostil?
Mientras caminaba, Donovan no pudo dejar de
apesadumbrarse pensando en el motivo por el cual esa civilización ya no
existía. Su pena era algo así como cuándo un tipo de cierta edad se entera de
que un conocido de su misma edad había muerto recientemente. Un temor ancestral
a ser el próximo en la lista.
Ahora los marcianos ya no estaban. ¿Cuándo le tocaría
a la raza humana?
Donovan se detuvo justo a tiempo. A sus pies asomaba
un hueco, con forma de embudo, de buen tamaño. La corriente de aire entraba
ahí. Se arrodilló y de un compartimiento del traje de supervivencia extrajo una
esfera. Apretó un botón y el balón se volvió incandescente. La arrojó por el
hueco. La bola de fuego cayó, cayó, y siguió cayendo; hasta que ya no fue
visible.
La escafandra tenía un sistema que captaba los mínimos
sonidos del ambiente. Donovan lo activó y lo dirigió al hoyo. De inmediato
sintió el rumor del agua corriendo en un arroyo oculto a su visual. El sensor
de composición química había detectado una gran cantidad de amoníaco, hidrógeno
y oxígeno. Arrojó una segunda esfera lumínica.
Esta vez escucho el rebote contra una masa líquida.
Después de unos cuántos segundos. Era una gran profundidad. Mejor volvía con el
“URI.” Tomó una esfera diferente a
las anteriores. No bien se encendió, comenzó a emitir un suave zumbido. La
arrojó al suelo cerca del agujero. La boya le indicaría el lugar, en medio de
la inmensidad, si calmaban los vientos.
Mientras volvía dos cosas llamaron su atención.
Observó como unos círculos concéntricos de polvo venían hacía el hoyo. Era como
el oleaje del océano, pero en este caso, eran oleadas de polvo rojo. O sea, que
el viento venía de todas las direcciones hacia aquel preciso lugar. Lo segundo,
la vista impresionante de la ciudad abandonada que tenía desde ahí. No había
reparado en un detalle. Pese a la oscuridad el ambiente parecía tener una
extraña fosforescencia. Una luz difusa que provenía del techo y las paredes de
la gruta de tonalidad azulina Aunque en realidad, más que cueva o gruta,
semejaba un cañón subterráneo. La ciudad
silenciosa se recortaba con claridad en el horizonte. El galeón en su puerto de
nácar y las torres que se hundían en la cúpula.
Quedó nuevamente casi sin resuello.
Esa falla que él estaba recorriendo corría en paralelo
al gran cañón del “Valle Marineris”.
Habían comenzado la excavación en el fondo del cañón para ahorrarse algunos
kilómetros de perforación. Los instrumentos indicaban que para llegar al núcleo
de Marte tenían que recorrer unos sesenta kilómetros. Ahora le parecía que la
cáscara era más gruesa de lo que pensaban. Dos fallas de semejante tamaño en
paralelo indicaban una corteza de más de ochenta kilómetros. Pero… ¿Adónde
conectaba el hoyo? ¿Y el agua? Además, ¿Que cosa era esa placa que había volado
para llegar hasta ahí?
Mientras seguía marchando se daba cuenta que se había
alejado más de lo que presumía. Una rara
inquietud comenzó a perturbarlo. Ya le había pasado cuándo estuvo agachado en
el borde del hoyo. Era como si alguien se le hubiera aproximado por la espalda.
Se había dado vuelta sobresaltado. Nada.
No era nada novedoso esa aprensión. Recordó cuándo iba
de excursión al bosque. Por las noches, algunas veces, cuándo se detenía a
observar algo, creía ver una sombra a su costado y al darse vuelta ya no
estaba. Seguramente eran bromas que le jugaba su imaginación.
Sólo se escuchaba el siseo del polvo arrastrado por el
viento. El sonido de sus propios pasos. Su respiración. Estaba abismalmente sólo.
Se detuvo y encendió de nuevo el audífono. No pudo escuchar nada fuera de lo
normal. Comenzó la caminata de nuevo.
Donovan pensó que era un sacrilegio profanar aquellos
santuarios. Había dejado de grabar. Un silencio profundo, que él no se animaba
a quebrar, reinaba en aquel lugar. Pronunciar cualquier palabra era romper
aquella experiencia mística. Mientras llegaba al URI, tuvo otra vez la impresión de no estar solo. Como si miles de
ojos lo observaran desde las sombras entre aquellas moles.
—Te estás volviendo paranoico… ¡Ciudades ajedrezadas!
—pensó con sorna.
Cuándo ya estaba llegando al “URI” se percató del par de sombras al costado de la torre negra de
la derecha. Aquellas figuras espectrales se movieron hasta quedar frente a él.
Sintió que la sangre se le helaba en las venas.
—¡Hola Donovan! ¿Cómo estás?
—Bien… bien… pero…
El segundo hombre habló:
—Estábamos preocupados, pensamos que estabas perdido.
Donovan tenía cientos de preguntas que hacer pero por
algún extraño designio no las hizo. De alguna manera parecía saber todas las respuestas.
—Entonces ¿Estás bien? ¿Podemos volver al “Nido”?
—Pero, ¿Ustedes quienes son? ¿De dónde vienen?
—Donovan, es preferible que vayamos a la superficie y
expliquemos todo ante Josh y Martínez; no es demasiado complicado de entender.
—Para mi lo es —dijo Donovan— si se esfuerzan un
poco, tal vez logre razonar…
Los trajes de supervivencia que tenían los sujetos
eran iguales al suyo. Una combinación de gris y púrpura. A través de la visera
de la escafandra veía unos rostros risueños y afables. Sus voces sonaban
convincentes. La única diferencia en el equipamiento eran unos tubos color
estaño que pendían de sus espaldas
—Donovan, nosotros estábamos aquí antes de que
ustedes llegaran —dijo el tipo de bigote— estamos tan confundidos, como de
seguro lo estarán ustedes. Todo esto es muy extraño.
—¿Pero como llegaron aquí? ¿La Corporación Domópolis los había
mandado antes?
—No es así exactamente —ahora habló el otro tipo—
pero sería mejor que subamos y todos juntos hablemos de esto, una sola vez. Es
una historia un poco larga.
Donovan observó los nombres en el pecho de los
uniformes de los desconocidos:
John Black y Nathaniel
York.
Él comprendió todo enseguida. Para que servían los tubos que ellos ahora tenían en las
manos. Él sabía que contenían. Miró en dirección de las columnas negras y pudo
ver el vehículo de ellos. Parecía un insecto de jade traslúcido.
Él percibía porqué
querían ir al “Nido”. Debía
impedírselos o todos morirían.
—Está bien, voy a recoger el “URI”. Ustedes me siguen.
Giró sobre sus talones y caminó hacía el vehículo.
Pudo advertir la letal presencia de
ellos a su espalda. Casi podía sentir la carga mortal de abejas dentro de los
tubos. El traje de supervivencia tenía unos pequeños reactores para subir o
bajar desde los desniveles de los terrenos. No tenían demasiada potencia, pero
por la diferencia de gravedad, alcanzaba para trepar algunas decenas de metros.
Los encendió y saltó en dirección al trépano que estaba en la ladera de la
gruta. Escuchó, o creyó escuchar, unos gritos en un idioma desconocido. Aceleró
los reactores. Cuándo estuvo cerca de la entrada de la nave, los apagó. Con la
inercia llegó hasta la entrada de la bodega. Ahora si, escuchó dos estampidos,
y el zumbido de los insectos cerca de su cabeza. Un par de estalactitas se
quebraron. Buscó el cierre de emergencia, mientras gritaba:
—“Mad”,
listos para partir. Máxima velocidad en reversa.
“Mad” no
contestó. La nave no se movió.
Donovan pasó a la sala de mandos y cerró la
contrapuerta. En ese preciso instante los intrusos violaban el portalón de
entrada. Entraron a la bodega.
—¡Estuvieron aquí! ¡Desconectaron a “Mad”!
No tengo tiempo para
reconfigurar.
Los desconocidos estaban forcejeando con la
contrapuerta. Sólo le quedaba una salida. Abrió la puerta lateral de escape y
trepó por los puentes de babor. Con supremo esfuerzo llegó a la popa del “Gusano”. Estaba extenuado, pero no
podía tomarse ningún respiro. Entró en la cápsula de emergencia, accionó el
sistema secundario y seleccionó: “operación
manual”.
Después se sentó y se ajustó los cinturones. Se preparó
para brutal aceleración del lanzamiento.
Sintió que la fuerza centrífuga lo destrozaba en mil
pedazos. Una burbuja de plasma lo disparó hacía la superficie. La cápsula
emergió de la excavación y fue a dar contra un pequeño cráter. Estaba aún algo atontado
cuándo unos reflectores iluminaron la cima. Martínez y Josh llegaban en la nave
de reconocimiento.
El
llamado “Valle Marineris” tenía una
profundidad de unos seis kilómetros y se extendía unos cuántos miles más de
largo. Sin embargo, con premura el aparato de rescate se posó cerca de la
cápsula.
—Donovan! ¿Qué pasó? ¿Por qué cortaste la
comunicación?
—¡No hay tiempo! Vamos a “Nido”, y les explico…
—¡Tendrá que ser una buena explicación! —dijo Josh
ceñudo— violaste todos los procedimientos de seguridad, cortaste la
comunicación y abandonaste material valioso. ¿Cómo vamos a recuperar a “Gusano”?
—¡Josh, ya te voy a explicar! ¡Pero no tenemos tiempo
que perder! ¡Ellos vienen!
Josh y Martínez se miraron un instante. Estaban
desconcertados. Jamás habían visto a Donovan descontrolado, siempre había sido
un tipo taciturno y muy profesional.
—¿Ellos? ¿Quiénes?
—¿Podemos ir a “Nido”?
Allí les explico, mientras preparamos la partida.
—¿Partir? ¿De que mierda estás hablando? —Josh ya no
pudo ocultar su fastidio.
—Si nos quedamos vamos a morir todos.
Josh volvió a mirar a Martínez y este movió la cabeza
afirmativamente, mientras le guiñaba un ojo.
—Vamos, Donovan —habló Martínez— cuando nos
tranquilicemos, vendrán las explicaciones.
Volaron hasta la pista sobre un costado de la base. Se
dirigieron por una de las escotillas hasta la cocina-comedor. Un enorme
ventanal dominaba un paisaje agreste y desolado. El cielo lucía una tonalidad
amarillenta anaranjada. Sobre la izquierda comenzaba el borde del cañón, el
precipicio. Desde ahí hacía la derecha una planicie inhóspita, rojiza y
polvorienta. A lo lejos se veían unas dunas altísimas. Todo en Marte tenía
proporciones fantásticas. Dunas de seiscientos metros de alto. Volcanes muertos
de veinticinco mil metros.
—Un poco de café te vendrá bien —ofreció Martínez.
—Donovan ¿de que estás huyendo? —dijo serio Josh.
—Ellos… los marcianos. Están ahí esperándonos.
Un silencio incómodo se hizo entre los tres. Otra vez
fue Josh el que habló:
—¿Me estás diciendo que abandonaste el trépano, con
toda su carga, y usaste la cápsula de emergencia por que te perseguían los
marcianos? —un leve dejo de ira en el tono de la voz de Josh
—Ya se que están pensando, pero tienen que creerme.
Si no nos vamos, ellos vendrán por nosotros…
—¿Tengo cara de idiota, Donovan? —estalló Josh.
—Espera Josh. Deja que cuente lo que vio —intervino
Martínez.
Josh se lo quedó mirando con la boca abierta.
—Debe haber tenido algún buen motivo para hacer lo
que hizo…
—Miedo, pánico ¡Ese es el puto motivo!
—No entienden —balbuceo Donovan— ustedes no
entienden. No leyeron el libro, sino entenderían. Todo está ahí, todo…
Donovan bostezó y continúo con lo que estaba diciendo:
—Las ciudades ajedrezadas, los vehículos como
insectos de jade. Las armas que lanzan proyectiles como si fueran abejas
furiosas. Y ellos, que juegan con tu mente. Tú ves lo que ellos quieren que
veas, olfateas lo que ellos te hacen olfatear; tu tacto toca lo que ellos
quieren que tú toques. Tú realidad es la que ellos crearon. No son parecidos a
nosotros. No tienen simpáticos rostros amistosos. Sus pieles son pardas y
tienen ojos rasgados color dorado. Ellos tienen magia, crean la ilusión. Te harán… creer… que… que estás loco —Donovan
volvió a bostezar— los demás pensarán… que tú… estás… estás…
—¿Loco? ¿Y tú que pensarías?
—Si estuviera en tu lugar —esta vez el bostezo fue
más largo— lo mismo que tú… probablemente…
—Tienes una forma de convencerme —dijo Josh con una
falsa calma— veamos lo que grabaste después que se cortó la comunicación.
—No… no puede… no puede ser… porque…
La taza cayó de sus manos volcando el contenido sobre
la mesa.
—Sedante —dijo Martínez— ¿Y ahora?
—Lo tenemos que confinar, hasta que llegué el
carguero y se lo lleven de vuelta a Domópolis.
—¿Y allí?
—Lo reeducarán, lo sanarán, tendrá un trabajo en la
Corporación ; de oficina. O lo darán de baja, lo jubilarán
por insano y le darán media paga. ¡No lo sé! Y no me incumbe tampoco. Lo único
que me importa es recuperar el “Gusano”.
Ese trépano cuesta millones. Además se necesitan varios viajes para traer todas
sus piezas. Sin hablar del tiempo para ensamblarlo y ponerlo a trabajar.
Martínez se llevó a Donovan a un cubículo, mientras
Josh miraba por el ventanal pensativo.
El viento soplaba formando pequeños remolinos rojos. A
lo lejos bajaba el polvo que semejaba una espesa bruma. Se derrumbaba por los
costados del cañón, formando una catarata como si fuera de algodón. Cientos de
rocas reverberaban ante los reflejos del cielo pálido. Si se pudiera describir
aquel planeta con una palabra sería: agonía. Todo lo que veía no tenía vida o
estaba próximo a perderla.
Era fácil perder la razón en un lugar como aquel. Él
había visto tipos más duros que Donovan quedar sin rastros de cordura. La
soledad, el trabajo, la lejanía del hogar, la falta de afectos. Eso, muchas
razones más, podían ser demasiado para un hombre. Inclusive él había tenido sus
momentos de debilidad. Jamás sabría, a ciencia cierta, que tan cerca había
estado de cruzar la línea. O si podría llegar a suceder algún día.
La voz de Martínez lo sacó de sus pensamientos:
—Vamos Josh. Tenemos trabajo que hacer.
(*) Fragmento de “La tercera expedición” de
“Crónicas marcianas” de Ray Bradbury
Mención de honor en el Concurso de Ficción Especulativa "Andrómeda", España, 2009
124 comentarios:
Encontré este blog por un reel de instagram, es lo primero que leí tuyo, Ricardo, me encantó. Muchas gracias por lo que das ❤️
Ricardo, encontré este blog por un reel de instagram. Es lo primero que leo tuyo y me encantó. Gracias por lo que das 💖
Hermoso!!!
Excelente!
Me encanto
Espero tengas mucho éxito !!
Buenísimo!
Me encantó! La forma en que describiste los escenarios e interacciones con los personajes me llamo mucho la atención. 👍
brillante
❤️
Saludos lo mire en Instagram!!
gran talento ricardo!
Ricardo, ví tu video... necesitaba venir a leer tus historias
Me encanto!
Muy bueno!
Vengo de un video de instragram en donde pasaste tu pagina, saludos
Me encantó!
Excelente cuwnto
Me encanto!
Gradee Ricardo!
Muy bueno lo que hacés. Ojalá sigas. Y aprovecho para comentarte que también tengo un blog, por si querés que te publicite por ese medio. Saludos
Vengo de insta, es hermoso continue escribiendo por favor🥰
Muy bueno 👏👏👏, espero el próximo.
Increíble!!
Me encanta!
Gracias Ricardo por compartirnos estas lecturas !!!
👏👏👏👏
Muy bueno. Sigue así 💕
Entre a la página gracias al vídeo de un chico que lo entrevistó en la calle. Quedé fascinada con los cuentos agradezco haber descubrir este escritor. Talento argentino
Muy Bueno!!
Ricardo ví tu vídeo y me gano la curiosidad de conocer tu arte ! Ojalá un día pueda ser tu fuente de ingresos. No abandones tus sueños mucha luz para el camino 💫✨
Cuanto talento 🩷
Excelente
Hermoso
Me encantó!
Me encantó, gracias por compartir.
Está excelente su blog Ricardo, muchas felicidades! Ojalá siga escribiendo y publicando, me encantaría leer nuevamente algo suyo
Me encanta
Siga escribiendo! Se le da muy bien. Ánimo🥹🫶🏻
Muy bueno!
Muy bueno
Muy bueno!!
🙌🏻
me encantó Ricardo!!
Esto es hermoso, excepcional! ¡Te felicito! Escribís muy bien y las historias son muy creativas, me encantan, me gustaría que sigas escribiendo ya que ví que esto es de 2016, tenés mucho talento!
Genial!!
es una pena que usted ya no escriba
Increíble esta historia, qué mente tan creativa como para pensar algo así, me encanta! Estuve mirando su blog y la verdad me gustó mucho sus cuentos y relatos, debería seguir escribiendo porque en verdad tiene talento!
Excelente 👌🏾
Mis felicitaciones!
Me encantó👏
Adelante con lo sueños ricardo hay que darlo todo
Impresionante!!!
Me encantó 🥰🙌
Un relato que te atrapa desde el principio, espero que vuelva a publicar pronto, me gustó mucho la forma que tiene de describir éstos paisajes.
♥️
🤩🤩🤩👏👏👏
Me ha gustado mucho, muchas gracias por escribir
Excelente ❤️🩹
Excelente 🔥
Muy buen cuento!
Muy bueno!
Buenismo
Hermoso!!
me encantó
Encantador
¡Hola, don Ricardo! Muchas gracias por sus cuentos. Vi un vídeo suyo donde lo entrevistaron en la calle y de una vez busqué su blog y sus cuentos. Lo leo desde Costa Rica. Espero que siga publicando más.
Gracias de nuevo. ❤️
- Esther, también de letras y dolores.
Increíble 🙌🏼👏🏼🤯
Seguí así, Ricardo!
Excelente texto Ricardo?!
Grande Ricardo!!!
👏🏼👏🏼
Muy buen relato!!
No deje sus sueños, vuelva a escribir por favor!!💕
Hola Ricardo! Me encantó tu escrito, tienes talento! Ojalá puedas seguir escribiendo si te hace feliz. Los mejores deseos de parte de una ávida lectora.
Un abrazo,
Mel 😊
Vi el vídeo en Instagram ojalá explores en Youtube como vender ebooks en Amazon tus cuentos son rápidos de leer y muy entretenidos! Éxito en al misión
Excelente!!! 👌👌👌
Es buenísimo 👏👏👏👏
Me encanto!!!!
Grande Ricardo! No abandone su sueño
bellísimo Ricardo, Dios bendiga tu trabajo
Fantástico, espero pronto leer nuevas cosas de este autor❤️
Excelente
Muy Buen trabajo loco, seguí con esto que es lo tuyo
❤️❤️❤️
Dios mio!!! me dejo enganchadisimo este cuento!!!!
Es muy genial!!!!!
Dios mio!!! este texto es genial!!!
Agradezco al cielo que pude alcanzar a leerlo, realmente fascinante!!!!
Segui para adelante, muy buenas tus historias, a mí me encantan !!
Hola Ricardo, me gusto mucho este cuento espero que publiques pronto, saludos!
Me encanto!
Gracias por mantener viva la literatura, un placer encontrarme con tu blog Juan. Espero leer cosas nuevas pronto ☺️
Me gusto mucho el cuento, no dejes de escribir.
Vine por un reel de instagram.
Muy lindos relatos! Espero poder leer nuevos muy pronto.
No deje que mueran estos, sus versos, enjaulados en un cuaderno.
Gran historia!!
Perseguí tu sueño no aflojes.
Hola Ricardo! Soy Evelin, tengo 24 años y espero con muchas ganas otro de tus cuentos! No abandones tu sueño ❤️
Esta muy bueno!
Me encantó, esperó que vuelvas a escribir otras joyas como está!
He visto el video que han publicado por Instagram.
He aprovechado en mis momentos libres a tomarme un tiempito y dedicarme a leer tu blog.
Realmente, muchas gracias por compartir esto con el mundo :)
Estare esperando las siguientes publicaciones.
Con mucho cariño, desde la otra parte del mundo (Israel).
Muy bueno!!!
Ricardo, que bueno que encontré tu perfil, vine por un vídeo en instagram. Que hermosa tu escritura. Seguí expresando toda tu imaginación que por acá te leemos. Ánimos!
🤩🤩🤩
👏👏👏👏
Me encanto!
Excelente !
Asombroso
Buenísimo Ricardo!
Hola Ricardo! Se que no hablo solo en nombre de mi cuando digo que gran parte del internet quiere continuar leyendo tus cuentos. Seguí adelante con tu pasión que se te da de maravilla!! 🙌🏻☺️
👍👍
Muy buena su escritura, felicidades
Me encantó, gran escritor
Me encanta que siga con su pasión a pesar de todo 🙌🏻. Podría abrirse una cuenta en cafecito.app para los que le quieran aportar un poquito a su arte 👏🏻
Espectacular!!
Espectacular
Que buena obra!
Visitante 👏🏽
Me encantó Ricardo💖
Seguí así querido, me encanta.
Vengo de ver su video en Instagram, estuve leyendo y se ganó un nuevo fan, un genio Ricardo, nunca deje de seguir su sueño!! Podría hacerse una cuenta en la app Cafecito y vincularla con Instagram, para poder cobrar por su arte!! Lo vale, abrazo grande ❤️
Buenísimo!
muy bueno
Simplemente hermoso🥰💟
me encantó 🤍
Seamos felices con lo que tenemos. Seamos felices en el presente, no en lo que anhelamos. Me encantó su trabajo, muy linda historia. ♡
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