martes, 29 de agosto de 2023

Algo de simpatía por el diablo

 

El primer mensaje le llegó cuándo estaba tratando de escribir un cuento. La tarde había sido particularmente infructuosa, las ideas llegaban y se iban sin que él pudiera darles forma. Estaba en su casa de fin de semana haría unos tres días. Quería terminar aquel dichoso escrito para participar de un concurso que cerraba la próxima semana; por lo tanto, decidió buscar calma y soledad en las playas del sur. Si hubiera podido elegir un momento peor jamás hubiera acertado. El clima hasta ese día había sido lluvioso y frío. Esa tarde, en la que no se le ocurría nada, la lluvia se había convertido en tormenta cerrada. Desde el ventanal podía ver el mar embravecido rompiendo en la escollera.

Al caer la noche, sólo los relámpagos iluminaban el oleaje que golpeaba la playa.

Él seguía empecinado frente al monitor de su computadora.

No me voy a ir a dormir en tanto no se me ocurra algo—pensó.

Había estado dándole vueltas a unas ideas de posesión satánica. Es más, había revisado algunas páginas en internet sobre el tema. Lo único que había rescatado era una extraña especie de cruz invertida, en forma de tridente invertido y redondeado. Lo dejó de salvapantalla. Pero desechó las ideas.

Todo el escritorio estaba en penumbras, excepto el monitor y una lámpara que iluminaba el teclado. Contra lo que le indicaba su experiencia siguió tratando de forzar las ideas. En otras oportunidades cuándo había tenido un bloqueo, simplemente dejaba de escribir y a su mente vagando entre algunos pensamientos dispersos. Luego, mágicamente, aparecía el desarrollo completo. Por lo general un buen comienzo, para atrapar la atención del lector. Luego el desarrollo, con una anécdota rica pero sintética. Y por último un remate sorpresivo. Esa vuelta de tuerca que todo lector aprecia.

Algunas veces se le presentaba el final y desde ahí trabaja el resto. Otras, la clave se la había traído un sueño. También muchas veces el concepto general se le había presentado por completo.

Pero esa noche no.

Cualquier cosa lo distraía. Las ráfagas de viento de la sudestada aullaban en las piedras. El retumbar de los truenos lejanos y el golpeteo de los ramalazos de agua contra los ventanales. Y la casa, que, como todo caserón antiguo tiene sus propios sonidos. Su propia vida. Él estaba solo ahí. Es más, daba la sensación que aquel fin de semana estaba solo en todo aquel pueblito costero. Ya de por si en invierno se producía una merma importante de visitantes.

Estaba tecleando algunas palabras con desgano cuándo apareció el cartelito que decía:

"Nuevo mensaje"

Abrió el correo electrónico En la bandeja de recibidos decía; Asunto: ideas. De: Luzbel

¿Qué te parece un tipo solo en una casa en la playa, con una terrible tormenta, tratando de escribir algo, pero absolutamente vacío de ideas?

¿Qué te parece el miedo y el desasosiego creciendo en él sin causa aparente? ¿Qué te parece que reciba un mail del mismísimo Demonio?, una llamada de allá… de dónde no querés preguntar,

—¿Quién carajo se habría tomado el trabajo de gastarme una broma de aquella naturaleza? —habló es voz alta.

Su celular comenzó a emitir el sonido de "Así hablaba Zaratustra". Atendió.

—¡Hola!

—Hola. ¿Recibiste el mensaje?

—Si. ¡Boludo!... gracias por las ideas. Seas quién seas.

La voz del otro sonaba como si estuviera en un sitio abovedado. Era profunda y grave.

—Creo que sabes quién soy. Pero te haces el boludo. Ya te lo dije en el mail. ¿Y si te voy a visitar y cambiamos algunas ideas? Un poco de fama y dinero no le hacen mal a nadie.

—¡Mirá, pedazo de idiota, tu bromita ya estuvo bien! ¿Querés rescribir "El Fausto" conmigo?

Apretó la tecla roja y tiró el celular sobre el escritorio.

Todas las maderas del chalet parecían estar acomodándose al mismo tiempo junto a la tormenta que arreciaba.

Le pareció escuchar unos pasos en el piso superior. Tal vez fueran las ramas del pino agitándose contra el tejado.

La musiquita de nuevo. Miró el display de luz azulada. El identificador de llamada indicaba: 666.

—¿Cómo lo habrá hecho?

—¿Qué querés?

—Que quería... yo quería ayudarte—la voz pasó de la pena a la ira—, por supuesto a cambio de algo. Tu alma de manera voluntaria. Ahora es demasiado tarde, estoy justo atrás tuyo…tu alma ya es mía.

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

👏👏👏👏👏👏

Anónimo dijo...

muy bueno!

Camila R dijo...

Me encanto, lo leí 3:02am, le dio el toque!