Las
gotas golpeaban constantes e implacables en su frente
Una
vez. Dos veces. Tres veces. Ya había perdido la cuenta.
En
algún momento, entre la caída de una y otra, había quedado adormecido. Pero
inmediatamente el golpe del líquido lo había despabilado.
Trató
de escapar a la caída del líquido, pero las ligaduras lo mantenían firmemente
sobre aquella piedra. No había manera.
Confiaba
que en algún momento el cansancio lo vencería y pudiera abstraerse de aquella
sensación alienante.
Como
le habían dicho los inquisidores:
—“A la larga morirás, pero primero conocerás los demonios de la
locura…”
1 comentario:
Excelente
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