INTRODUCCIÓN:
Tal
vez una de las tareas más fascinantes del escritor sea la de recolectar
historias, que a su vez derivaran en otras. Muchas historias de tradición oral
a través de los años e, incluso de los siglos, fueron modificándose hasta
plasmarse en relatos escritos. Dónde una y otra vez los personajes vuelven a
vivir, amar, reír, llorar y morir mil veces más. Es así, que, en rueda de
amigos, uno de ellos (el más próximo a mis afectos) me contó esta historia
sencilla. Resulta que mi amigo, Carlos Alberto Gómez, un muchacho trabajador y
de origen humilde, tiene una familia compuesta por su esposa y dos adorables
niñas. Como todos los hermanos (o la gran mayoría) ellas se llevaban bastante
mal. La rivalidad, producto de esos celos inocultables, iba en aumento y todos
los días era motivo de llantos y quejas. Carlos decidió que algo debía de
hacer. En este caso, y como todos los castigos y reprimendas habían surtido
escaso efecto, escribió esta carta-cuento. Decidí al transcribirla, tratar de
mantener la frescura e intensidad del relato. Salvo algunas mínimas
intervenciones formales y ortográficas, está es una carta de amor de un
verdulero sin muchos estudios, pero con un corazón enorme.
Palabras
de mi amigo.
“Había
una vez un “chico” muy, pero muy pobre. No tenía papá. Pero tenía a su mamá y
sus hermanos. Tenía uno en especial, el más pequeño, que era muy llorón y
caprichoso. Quería estar siempre alzado por su mamá. Entonces el “chico” se
enojaba, y pensaba:
—¡Que
caprichoso es! ¡No lo soporto más!
Así
sucedió por mucho tiempo. Hasta que un día la mamá, como no podía dar de comer
a todos, llevó al “chico” hasta la casa de una familia. Que, si podía darle de
comer, y ahí lo dejó.
El
“chico” estaba muy contento. Comía manjares que nunca había probado. Veía
televisión. Lo vestían y calzaban bien. Le enviaban a un buen colegio, y estaba
abrigado y aseado.
Pero
un día comenzó a extrañar a “su” familia. Sobre todo, al hermanito más pequeño.
Y pensaba:
—¿Quién
lo abrigará las noches de frío con su cuerpo, como lo hacía yo?
Esa
mañana le dijo a su “nueva” familia:
—Quiero
ir a ver a mi hermanito.
Ellos
le dijeron:
—¡No!
¡Ahora tu familia somos nosotros!
Lloró.
Lloró mucho, y a escondidas. Se sentía un “chico solo”.
Hasta
que una noche, cuándo todos dormían, es escapó. Y corrió, toda la noche. No
paró de correr hasta que no llegó a su casa, hasta “su” familia. Lo primero que
hizo fue ir a besar a su hermano más chiquito. A pesar que seguía llorón y
caprichoso. Además, ya no le importó tener que comer mal y salteado. Ni tampoco
tener un buen abrigo para las noches heladas. Volvió a ser feliz al lado de su
hermanito. Ya no era un “chico solo”, estaba con su familia.”
Moraleja:
“No
esperes perder algo, para darte cuenta el valor que tenía.”
EPÍLOGO:
En
realidad, es una aclaración. Dos aclaraciones. El relato es absolutamente
verídico. Y además subsanar un olvido de mi amigo en su cuento: él era el
“chico solo”.
10 comentarios:
Esta historia es tan real en muchos contextos distintos, muchas veces no valoramos las pequeñas y valiosas cosas que tenemos en nuestro día a día y por el contrario vivimos en un incesante deseo por alcanzar muchas otras, que cuando por fin las tenemos tampoco son valoradas en su momento.
muy interesante, me gustó leer esta pequeña historia sobre la vida de este señor , para mí una anécdota bastante reflectiva y con la cual en gran parte me siento identificado
Me sentí totalmente identificado 🥹❤️
La verdad que puramente emocionante y cautivador,una moraleja que constantemente dejamos en el olvido.
Un abrazo para vos Ricardo y para Carlos que es un excelente Papá! :)
¡Me encantó! Excelente historia y moraleja.
Me encanto eres un gran escritor vas a llegar lejos.
Me gusto la historia.
Que bello escribís! Yo quiero comenzar a hacerlo pero todavía no arranco. Ya tenés una nueva seguidora con los mismos gustos por la escritura. Dios te bendiga, jamás dejes de hacerlo.
Muy buena historia, la leí en un momento Justo de mi vida donde necesitaba leer esa moraleja. Gracias
Excelente historia, me emocioné mucho
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