lunes, 4 de septiembre de 2023

Confesiones de un hijo

 

—¡Hola, papá! ¿Cómo estás? ¿Sorprendido? Debo confesarte, que yo también estoy extrañado y bastante confundido. Todavía no me hago a la idea, de estar acá, charlando contigo; después de tantos años de desencuentros, de lejanía e incomunicación. Creo que ambos tenemos una cuota de culpa, en esta situación. Siempre fuiste orgulloso y parco, poco demostrativo. Pero, por una extraña jugarreta del destino, heredé de ti justo aquello que más censuraba. Me he descubierto soberbio y hermético con los míos. También, si no vine antes, fue por ese dichoso carácter. O por vergüenza. ¿Cómo explicarte los motivos del distanciamiento? ¿Cómo decirte cuánto me dolía?

Yo sabía, que no eras indiferente a esto, que también sufrías en silencio.

Yo sabía que querías ver a tus nietos, pero tus diferencias conmigo, no te permitían venir de visita. Y como yo tampoco quería dar el brazo a torcer… pasaron los años. ¿Sabes algo? Ahora esos nietos me cuestionan a mí y tienen problemas para comunicarse. A veces los veo, como era yo a esa edad. Enojado y hosco. Rebelde y respondón. Sin saber a ciencia cierta, porque estaba enojado, ni contra qué. Ni contra quien.

 ¡Ah! ¡Viejo! No sabes, cuánto necesitaría tus consejos. ¡Que estúpido! ¿No?

¿Por qué dejé pasar este tiempo? Después de todo, ¿Cómo se mide el tiempo? ¿Por ocasiones pérdidas? ¿Por abrazos que no se dieron? ¿Por lágrimas derramadas en silencio? O, en todo caso, por el porvenir. Papá… ¿Tienes una respuesta para esto? ¿O ya es demasiado tarde?

Es demasiado tarde.

El atardecer se puso fresco, y unas nubes grises, adelantaban el otoño. Tomé un puñado de piedritas, y las esparcí sobre las otras. Después arranqué a los tirones, algo de hierba mala de los bordes. Tomé el florero y me acerqué al tacho de basura. Arrojé el contenido, y después, debajo de la canilla limpié el recipiente. Una vez, que estuvo limpio, lo puse con agua, sobre el montículo cerca de la cruz. Siempre pensé que era un estúpido tributo llevar flores, a alguien que, en vida, solo le dimos disgustos.

—¡Viejo! Ya es tarde, después la seguimos… ¡Chau!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente👏🏻te deja pensando..

Anónimo dijo...

Están buenos. Te felicito

Anónimo dijo...

Lindísimo cuento!!!

Anónimo dijo...

Es que a veces en vida no se podrían ni decir la mitad de lo que dijiste sin que tiraran alguna acotación mordaz.

Anónimo dijo...

Muy bueno