jueves, 27 de julio de 2023

Madriguera

 


No podía dormir, la rata no lo dejaba. Mejor dicho: el ruido de las ratas.

No las podía ver, pero sabía que estaban por ahí reproduciéndose, detrás de las paredes.

Cuando apagaba las luces comenzaban los rumores. Los chillidos, las patitas rasguñando el tabique, el golpeteo desde el cielo raso.

De un salto se levantaba y prendía las luces.

Nada. Silencio.

Se arrebujaba y ponía la almohada sobre la cabeza. Pero era inútil, los sonidos comenzaban de inmediato.

Pese a todo él sabía dónde estaba el escondrijo.

Sólo tenía miedo de enfrentarlo.

No debe ser nada sencillo admitir que se tiene la cabeza llena de ratas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, sencillo

Anónimo dijo...

Hermoso