miércoles, 13 de septiembre de 2023

El planeta silente

 

Apareció flotando como si viniera de la nada absoluta.

Durante el tiempo de exploración, la tripulación había visto todo tipo de fenómenos astronómicos: 

Implosiones de supernovas, cúmulos de polvo estelar, fantásticas tormentas de vientos solares, una galaxia pariendo estrellas enanas, aerolitos de ígneas cabelleras, trozos de antimateria absorbiendo energía mortecina y siniestros agujeros oscuros. Pero nunca vieron aparecer un planeta en un lugar dónde se daba por seguro que no debía haber nada. Ninguna carta de navegación cósmica indicaba la presencia de un cuerpo celeste en aquel cuadrante. En realidad, semejaba un planetoide poco más grande que un cometa errante.

Descendieron en el módulo de exploración. Dos hombres y una mujer, cada uno especializado en diferentes disciplinas. Luego de ponerse los trajes de supervivencia subieron a unos extraños vehículos individuales. Eran una especie de armadura que se desplazaban sobre un complejo sistema de esferas. Cumplía múltiples propósitos: desde laboratorio de análisis del ambiente hasta protección adicional contra los factores externos.

Salieron al inhóspito paraje

El geólogo tomó algunas muestras del suelo poroso y las depositó dentro de una gaveta del laboratorio móvil. Tal parecía que la superficie no tenía rocas ni polvo. Era un material esponjoso que se partía como si fuera un pedazo de argamasa fresca. Los vehículos se hundían levemente en ese extraño material.

El otro hombre era experto en biología y, además, era el médico de abordo.

La mujer tenía habilidades más allá de lo científico. Su mente desarrollaba empatía con el ambiente y los seres vivos. Era de suma utilidad para entablar relaciones con otras especies de la galaxia, pues aún sin saber el idioma foráneo lograba comunicarse a nivel telepático. Este tipo de comunicación se realiza con imágenes mentales abstractas, como si fueran ideogramas que viajaran directo al inconsciente.

—Zuri ¿Algún signo de vida?  —interrogó Tanak, el geólogo y líder.

—No… no estoy segura. —respondió ella algo desconcertada.

El paisaje era bastante monótono, salvo por algunas lomadas y un profundo cañón que dividía el planetoide en dos hemisferios bien marcados.

—Es extraño —intervino Icar, el médico—, juraría que aquella loma estaba a nuestra izquierda. ¿Seré yo que estoy desorientado?

Se miraron confundidos al comprobar que la loma estaba al otro extremo, como si se hubiera desplazado. Todos pensaron lo mismo, era inusual que los tres estuvieran desorientados al mismo tiempo. En el espacio y en nuevos territorios solía suceder una equivocación al tomar un punto de referencia, pero siempre algún compañero enmendaba el error.

—¿Tenemos un análisis de las muestras? —preguntó Icar sin salir de su asombro.

—Si, pero existe otra incógnita —respondió Tanak—, no parece ser ningún mineral conocido. Es más, por las lecturas creo que lo debes analizar, Icar.

El médico examinó el espectrógrafo. Las lecturas le hicieron pegar un respingo.

—¿Tejido orgánico?

—Fosilizado —agregó Zuri

—Entonces, ¿La superficie de este planeta es una enorme cáscara fósil?

Los dos hombres miraron a Zuri en busca de una respuesta.   Ella los interrumpió con otra pregunta:

—¿Ustedes sienten lo que yo en este momento

—No sé a qué te refieres; pero desde hace rato tengo una sensación como si fuera observado por alguien.  —agregó Icar aún más desconcertado.

—Yo en cambio siento… —Tanak se abstrajo por un segundo— angustia y tristeza.

Zuri asintió a la vez que trató de explicarles:

—Yo tengo esas mismas sensaciones. Parece que hubiera algo vivo pero oculto. Algo o alguien que siente miedo.

—El miedo es la emoción primaria más intensa —habló Icar—, si algún ser vivo estuviera en las inmediaciones, trataría de ocultarse, es lógico.

—Si, pero este planeta no reúne cualidades para la vida —quiso aclarar Tanak—, no tiene atmósfera y casi sin gravedad. No se detecta agua en los alrededores y a los rayos cósmicos no los detiene absolutamente nada —Tanak no pudo seguir hablando. Su voz casi se quebró en llanto

—¿Qué nos pasa Zuri? ¿Qué nos sucede?

—No tengo una respuesta racional —respondió la mujer con voz quejumbrosa—, tengo la impresión de que estos sentimientos me llegan desde algún punto de este planetoide, de alguna manera los devuelvo retroalimentados a ustedes dos. Es una especie de círculo vicioso dónde ustedes devuelven la aprensión que les envío. Creo que tenemos dos opciones: irnos antes de que esto nos afecte en una forma que no puedo imaginar o buscar la fuente de esta desdicha que sentimos.

Durante unos breves instantes quedaron en silencio. A través de sus escafandras se miraron a los ojos cargados de inquietud.

—Como dije el miedo es una emoción muy fuerte que, en algunos casos, inmoviliza y en otros hace huir —dijo Icar con falsa calma—, en mi caso prefiero enfrentar la amenaza, que por lo general no es tan temible como uno la había imaginado.

—¿Qué hacemos?  —inquirió Zuri.

—Exploraremos por separado sin alejarnos demasiado —le respondió Tanak—, marcaremos el territorio como una cuadrícula e iremos señalando los sitios inspeccionados. Nos comunicaremos constantemente.

Se dispersaron en diferentes direcciones. Luego de una media hora de búsqueda Zuri se comunicó:

Tanak, excepto esas lomas que nunca están en el mismo lugar, parece que todo el terreno es similar: plano, sin rocas, sin polvo, sin un lugar dónde ocultarse

—Yo pienso lo mismo, espérenme en su posición.  Quizá debamos trepanar un poco la superficie para ver la conformación del suelo a más profundidad. Un poco de explosivo debería servir para hacer un hoyo…

Ambos sintieron como una oleada de pánico les recorrió el espinazo. La sangre parecía haberse licuado en sus venas.

—¿Qué fue eso?  —Icar era victima de la misma sensación.

—Es miedo, Icar.  Un estremecimiento de terror indescriptible de algo vivo que habita este planeta —Respondió Zuri mientras intentaba controlarse.

—¡Mira!, encontré la entrada de una gruta.

—¡Ya vamos! ¡Icar no entres solo!

Apenas se acercaba al lugar Zuri pudo darse cuenta de que su advertencia había sido en vano. Aterrada, vio cuando Icar entraba en la cueva y un fogonazo lo               desvanecía.

—¡No! ¿Por qué no esperó?  —aulló Tanak impotente— Zuri, ¿Estará vivo aún? ¿Crees que podamos rescatarlo?

—¿Cómo Tanak? Si el rayo lo disgregó…

—¿Cuál rayo, Zuri? —la miró azorado— ¡se hundió en el fango!

 Ambos se estaban desconcertados. Luego volvieron la vista al sitio dónde vieron a Icar por última vez. No había ninguna gruta, ninguna marca de una explosión ni tampoco ninguna ciénaga fangosa.  

—Creo que lo mejor es volver a la nave nodriza —señaló Tanak una vez controlada la conmoción intensa que sentía.

—Bien, Tanak, pero, ¿pudiera ser que Icar esté con vida y no lo sepamos?

—¿Con vida?  ¿Y de que manera? 

—Del mismo modo que vimos la loma en un sitio y luego en otro; pudimos ver desaparecer a Icar, sólo que de forma diferente. Tal vez alguien o algo esta jugando con nuestras mentes, con nuestros sentidos…       

—Zuri, creo que debemos irnos —Tanak señaló al módulo de exploración. Ahora se encontraba inexplicablemente al otro lado de la grieta que separaba los hemisferios del planetoide.

Zuri asintió en silencio y se puso en marcha. Tenían que llegar al módulo y una vez allí determinar que acciones tomar.

—Tanak, tenemos que ver que tan profundo es el cañón y… —silencio repentino.

Zuri se dio vuelta para confirmar su horrible presentimiento. Detrás de ella sólo se veía el árido paisaje.

—¡Tanak! ¡Icar! —llamó a gritos por el intercomunicador. El silencio fue toda su respuesta. Trató de comunicarse telepáticamente, pero algo interfería con sus facultades paranormales desde el comienzo mismo de la exploración.

—“No tengas miedo” —reverberaron millones de voces dentro de la escafandra. ¡Dentro de su propia mente!

La hondonada era bastante pronunciada. Calculó la distancia hasta la otra orilla. Quizás aprovechando la falta de gravedad pudiera cruzarla aprovechando el impulso del vehículo de transporte individual; pero debía calcular bien el impulso porque un golpe en los aparatos de supervivencia podría ser fatal.

Casi lo logra.

Una vez estaba surcando el espacio sobre el barranco, la otra orilla comenzó a alejarse. El golpe en el borde de la hondonada fue tan fuerte como el que recibió al final de su caída. El aparato resultó destrozado. Ella quedó con medio torso hundido dentro de ese extraño compuesto fisiológico fosilizado. Trató de moverse; pero a cada brazada se hundía más y más.

—“No tengas miedo” —resonó el coro de nuevo.

Mientras luchaba por escapar de esa trampa, las voces y susurros continuaban tratando de tranquilizarla. Entonces comprendió:

Las voces ancestrales le hablaban de una conciencia superior. De un estadio dónde todo era energía. Dónde se dejaba de lado el ser individual, la cobertura carnal, para acceder a una inteligencia colectiva que navegaba por los confines del tiempo y el espacio. Quiso gritar, resistirse, pero no pudo.

El traje y la escafandra adquirieron una consistencia gelatinosa. Ya pronto aquella cosa la absorbería por completo y ella pasaría a formar parte sensible de aquel mundo. Perdería su individualidad, su alma (¿alma?) y sería otro ser más entre millones dando vida al planeta silencioso. Un instante antes de la mutación escuchó dos voces conocidas:

“Zuri, no tengas miedo, estamos contigo…”

Zuri despertó de la profunda ensoñación. En realidad, no era una ensoñación. Era una exploración mental de aquel planetoide silencio y espectral.

—Creo que no debemos bajar—dijo quedamente.

Icar y Tanak la miraron perplejos.

—¿Por qué? —preguntó Tanak.

—No lo puedo explicar—dijo Zuri—, no encuentro las palabras para explicarles. O si… una sola palabra: miedo.

(En colaboración con Andrea Victoria Álvarez)

1 comentario:

Anónimo dijo...

El arte está en sus escritos, todo llega... A seguir compartiendo su talento👏