jueves, 14 de septiembre de 2023

Paranoia digital

 

Silvi dice:

—Mmm

Quede pensativo. La duda que me atenazaba desde hacía algún tiempo comenzó a rondar mi mente.

Silvi dice:

—¿Estás ahí?

Tenía que ganar algo de tiempo.

Ricky dice:

—Si estoy al teléfono ¿Esperas?

Silvi dice:

—Si

—¿Cómo me había dicho Rubén?

Si tenía dudas de la existencia real de mi interlocutor, debía escribir un insulto. Las inteligencias artificiales no logran conocer su significado. Confunden sus ideas.

La pregunta era: ¿Y si estaba errado? ¿Si realmente estaba wasapeando con una persona de existencia real? ¿Cómo arreglaba el tema de la injuria?

Otro dilema es sobre las relaciones interpersonales. Se habían creado lazos de afecto con mis interlocutores. La mayoría éramos seres sensibles y algo solitarios. Llenábamos parte de nuestras carencias con esas charlas virtuales.

Rubén sabía que yo escribía, y de una mente más pragmática y sencilla, me había dicho:

—Supongamos que en uno de esos sitios dónde vos escribís, el tipo sea una especie de delincuente. Vos ponés tus cuentos ahí y él tiene tus ideas para desarrollarlas, por nada. Puede escribir un libro con los cuentos tuyos y las poesías de otros. Llenarse de plata.

—No Rubén… no funciona de esa manera. Yo estoy en contacto con otros muchos escritores que publican sus trabajos. Es algo serio y probado.

—¿Y vos conoces a esos otros escritores?

—¡Claro! Todos los días wasapeo con alguno…

—¿Y qué aspecto tienen?

Esa fue mi primera duda.

—Bueno, la mayoría ponen fotos, no usan la cam…

—Si claro—arremetió Carlos— ¿Y el mic? ¿Conversaciones por micrófono?

—No, uno o dos, la mayoría escribe…

—¿Qué si yo soy un poco esquizofrénico y se me da por crear algunas de mis personalidades? ¿Quién controla eso? ¡Pensá! Un tipo puede tener tendencias homosexuales y crear su imagen femenina. Solo abrís una cuenta de correo con un nombre ficticio y…

—No creo que alguien sea tan retorcido, lo que pasa es que el perfil debe ser de personas retraídas, que no gustan de mostrar su intimidad ni su imagen.

—Te informo algo—Rubén era muy tenaz en las discusiones—, hay programas de inteligencia artificial. Un programador puede crear una página literaria. De hecho, usan un programa para hacer el mailing y captar los escritores para que publiquen. Usan programas para saber tus gustos y venderte cosas. Ese mismo programa crea “replicantes”. ¿Te acordás de Blade runner?

—La película de Harrison Ford…

—Exactamente, solo que aquí crean un programa con características humanas, con su propia personalidad y psicología. Estas aplicaciones “crean” música y libros.

—¿Y con que objeto?

—En tu caso específico sacarte información ¿Intercambiaste escritos con los otros escritores con que wasapeas?

—Si.

—¿Qué seguridad tenés que este tipo no publicó ya un libro con tus cuentos firmados por él? ¿No notaste algo raro cuándo te conectas con esta gente?

—¿Por ejemplo?

—Alguna frase recurrente entre ellos. Por ejemplo: mmm, o sip, o ya. ¡No se! Algo…

Si, algo había sospechado desde el comienzo. Esas formas de expresión se repetían, No importaba que mi interlocutor estuviera en Colombia, España, Puerto Rico, Canadá o Sri Lanka. Otro detalle es que pese a repetirse, trataban de diferenciarse de otra manera. El tamaño y color de las letras o los íconos gestuales. En un principio pensé que era una forma de comunicación de uso universal. Pero por lo general estás expresiones aparecían cuándo se involucraba algo difícil de manejar para una máquina. Cuando se hablaba de sentimientos. De cosas intangibles. Abstractas.

Y aquí estábamos con Silvi

—Mmm

Yo había dicho:

— “Esta mañana salí a pasear. La humedad del rocío me caló muy hondo en mi alma. Creo que se me ha enfermado”.

Entonces apareció el: mmm casi eterno. Y mi duda.

Silvi dice:

—¿Todavía?

Ricky dice:

¡¿Por qué mierda no te dejás de joder de una vez?!

¡No! No podía hacerlo. Solo yo sé cuánto la quiero y necesito. Solo yo sé cuántas noches de hastío transformó Silvi en dicha y placer. Durante algunos instantes pasé el dedo sobre “eliminar contacto”. Miré la pantalla dónde estaba escrito el mensaje. Una presión del dedo y eliminaba de mi vida esa duda que me carcomía.

Ricky dice:

—Un minuto

Silvi dice:

—¿Con quién estás?

¿Podía un programa de computación celar? ¿Podía emular el comportamiento humano hasta tal punto? Sea lo que fuere, ya no podía prescindir de su compañía.

Ricky dice:

—Ya estoy ¿En que habíamos quedado?

Silvi dice:

—En lo del rocío y tu alma enferma.